divendres, de juny 10, 2005

Gustabas

Gustabas a las chicas, tu cuerpo
menudo, tu mirada franca, tu espíritu
deportivo. Gustabas a los libros,
acariciabas sus lomos sin desear abrirlos.
Gustabas del verano, los chiringuitos,
tu falta de picardía, aquel año sabático.
Ordenabas con tu mirada la biblioteca,
y con tu mirada pronunciabas tu esbeltez.
No recuerdo tu voz, ni tan siquiera tu rostro,
sólo eres un esbozo cuando fueras mi pupilo.
El chico que más gustaba a las chicas,
aunque no fueras tan guapo como algunos otros,
algo de ti había de puro, y tu alegría,
recuerdo tu alegría. Entrabas con tu adolescencia,
con esas tonterías que soléis hacer los adolescentes,
mientras idolatrabais a los mayores, puede. ¿Era
el vínculo con tu hermano, la memoria de hermano
mayor? Al principio no lo sospechaba, tal tu inocencia,
mas no recuerdo ningún reproche por tu parte.
Me regalaste un juego para la video consola,
y yo, creo que sólo te robé un poco de tu belleza.
Lejos, en el centro de limbo, habitas;
parecías no ambicionar demasiado, pero,
qué quieres que te diga, las raíces
del amor, dónde están, tal vez
en este poema que ni puedo revelar,
como un secreto entre mi memoria y mi yo,
que tú nunca podrás sospechar,
cuando te escribo en este anochecer de primavera,
ya acercándose el verano con sus tropas,
y tú, tan encantador como siempre,
que me recuerdas a aquel primer poema,
cuando confesé tu nombre al sacerdote,
y el sacerdote me absolvió sin penitencias.
Puede que ese otro mundo sea así,
y que de tu bondad halle esta música,
donde espero no encontrarte nunca,
más allá donde comienza tu nombre,
ése que a tantas chicas atraía,
y que tú, indolencia pasajera,
desdeñaste el hervor de sus latidos,
de nuestros latidos. Nos gustabas.