dissabte, d’agost 25, 2012

LA LIBERTAD

Entre la libertad y la supervivencia existe una distancia radical de dos modos de concebir el mundo en que vivimos. El hombre puede optar por el ideal más platónico, o claudicar ante las fuerzas del mundo con resignación y rendición deshonrosas. La libertad es la que nos hace humanos, gracias a que podemos reflejarnos con nuestra inteligencia ante una realidad que con el poder de la Poesía podemos cambiar. Al igual que el personaje de La vida es sueño, nada hay más indigno, que no doloroso, que verse privado de libertad para picotear a cambio de un poco de felicidad y comodidad materialista, y nada más triste que la renuncia al poder y a la amistad. Con libertad me refiero al don que posee el hombre para no doblegarse ante la fatalidad ni ante la dictadura. El libre albedrío no existe, pues es Dios quien habla a través del poeta, pero la libertad más que una virtud consustancial al hombre, es un regalo de Dios para alcanzar a través de un recorrido la dulce locura de lucidez.¿Por qué esa afirmación de que el platonismo es el primer culpable de todos los males de Occidente?¿Por qué en la Edad Media se eligió como canónica la vía aristotélica, tal vez por miedo a la gnosis que todo lo trasciende, pues es esa trascendencia uno de los pilares fuertes del dominio de la libertad? La afirmación de un destino universal, la singularidad de aquellas naciones con genio para encontrar su sitio de manera singular, las ideas de superación prometéutica como partida para una ética fundada para aquella libertad con el propósito firme por profético de que las palabras de hoy serán los cimientos del mañana, mientras el poeta madura, y va encontrando el sentido de la vida dentro del sentido de la palabra versificada, profetizada, enraizada hasta la manifestación de lo más sencillo, como una vuelta al colegio, es la vuelta a la inocencia, a lo místico, a lo chamánico, a Rousseau. Pero para el hombre es imposible, pero Dios lo puede todo, porque es impredecible como la Física Cuántica y la locura. Los movimientos revolucionarios deben su origen al desasosiego con que el hombre nace a la vida. Entre el yo mismo y el nosotros, entre el sujeto y el colectivo, el espíritu del artista unifica y pluraliza las voces del silencio, de la negación cóncava de la realidad subvertida. Son las dos pulsiones, una horizontal, la otra vertical, como las cruces de Antoni Tàpìes, en las que brota todo un surtidor hermenéutico donde la fuente nutre de agua viva el idealismo y el romanticismo fruto de aquella estirpe de poetas, Hölderlin, Rilke, que son remansados por ese vendaval lúcido que es Nietzsche, filósofo poeta, al que acudirán a abrevar sus caballos Don Quijote tiempo atrás, y los caballos del Apocalipsis del siglo pasado. En medio, esa voluntad que va más allá de Ortega y Edith Stein, y que se encarna en España en la figura de José Antonio, como portador del mensaje inédito y revolucionario que he tratado de poetizar en mi primer pomario de Estaciones y Estancias. No me vale el tomismo, como dije, ni la retórica del poder, ni la metafísica desarbolada. Insisto en mi actitud ante el poder que ha de ser derribado por medio de la solidaridad de los parias, de los marxistas teológicos, que han idealizado los programas pragmáticos de El Capital en una suerte de meta a alcanzar, de una verdadera metafísica, en la que el Che Guevara puede compararse a José Antonio en sus ideales emancipadores, pues aún queda una revolución pendiente hasta que la Antropología y la Neurociencia no hallen lo que de verdadero, intrínsicamente verdadero, tiene el hombre. Es la libertad. La capacidad para decir no al poder, ese poder que intenta inculturizarnos para mantener su staus quo. Porque no hay nada más terrible que una mente sin cultura, animal, sin libertad. La voluntad del hombre es la de vivir libre, sin censuras y con respeto a la vida suya y a la del otro, siempre que se den las condiciones de dignidad. Sí, ese es el gran sinónimo de la Libertad y su reflejo humano: la dignidad. Si la conservamos, habremos dado un paso decisivo en estos momentos inmorales y materialistas, que relegan los frutos del espíritu a la chanza, al menosprecioa la burla.